Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 28 de junio de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 153, 3.065 a 3.072
Tema: Discusión del dictamen sobre la contrata de carbones para la Habana

El Sr. SAGASTA: Hace rato, Sres. Diputados, que vienen cambiados los papeles. El Sr. Calderón Collantes pidió la palabra en contra, y habló en pro; el Sr. Rivero Cidraque la pidió en pro, y ha hablado en contra: y digo que el Sr. Rivero Cidraque ha hablado en contra, porque de lo único que se ha ocupado ha sido de defender a la casa Samá y Carreras; únicamente de eso, y S.S. lo ha dicho; S.S. ha dicho que viene aquí a defenderle como abogado; pero S.S. ha demostrado en la defensa que es mejor abogado del Sr. Samá que del Gobierno; que por defender al señor Samá ha combatido al Gobierno. Y por cierto que ha sido una defensa bien innecesaria. ¿Quién había atacado aquí al Sr. Samá? ¿Le han atacado por el hecho que aquí se esta discutiendo? ¿Ha dicho nadie que el Sr. Samá hiciera bien o mal en lo que ha hecho? Yo no se lo he oído a nadie, Sres. Diputados. (El Sr. Rivero Cidraque: Se ha dicho que era un robo.) Sería un robo el hecho; resulta que puede calificarse un hecho de robo por las consecuencia, por producir el mismo resultado; por lo demás, un contratista que va a la subasta, y que fija una cantidad o un tipo para quedarse con la subasta, y con ella se queda, ese contratista no roba, ese contratista, si el Gobierno es tan bueno, tan cándido, tan inocente, si es tan inepto que habiendo concluido la contrata sigue la prórroga, o la continúa siendo beneficiosa para el contratista, ese no es cargo para el contratista, el hace su negocio. Por consiguiente, ¿a qué ha venido S.S. a defender a quien nadie ha atacado?

Y que S.S. ha atacado al Gobierno, lo voy a demostrar. S.S. ha dirigido al Gobierno un cargo que se le había hecho antes, y además otro que se ignoraba. S.S. ha dicho que el Sr. Ministro de Marina, que el Gobierno ha obtenido una contrata más onerosa que la que resultaba de [3.065] la continuación de la contrata del Sr. Samá, porque este señor tenía muelles, y ahora tiene que hacerlos el Gobierno. ¿Y cómo ha de hacer el Estado muelles, sino costándoles tanto como le han costado al Sr. Samá los suyos? Ahí esta lo oneroso de la contrata; vea S.S. como ha hecho un cargo al Gobierno (El Sr. Rivero Cidraque: No le he dirigido ningún cargo.) Tanto peor para S.S. que no ha tenido como yo el valor de dirigirlos.

Otro cargo ha hecho S.S. al Gobierno: ha sido el decir que esa subasta que ha efectuado la ha dejado en el aire, no exigiendo fianza ni seguridad ninguna, puesto que el Gobierno se ha comprometido a pagar las dos terceras partes del carbón que embarque desde el momento que reciba la noticia de haberse embarcado. Este es otro cargo dirigido al Gobierno que ha defendido su amigo político el Sr. Rivero Cidraque, nada más que por acordarse de su cliente el señor Samá, y es un cargo muy grave que yo tomo en cuenta. ¿Es verdad que se ha recibido esa proposición sin las seguridades bastantes para responder del cumplimiento del contrato? ¿Es verdad que el Gobierno se ha comprometido a pagar desde el momento que reciba la noticia del embarque del carbón, las dos terceras partes de su valor? Pues si esto es verdad, el Gobierno ha hecho mal, y el Sr. Rivero Cidraque es el que hace este cargo, aunque no tan directamente como yo.

Señores, aquí se va perdiendo la idea de lo que es un Parlamento político; desde el instante en que uno pueda levantarse aquí a convertirse en abogado de sus clientes, esto no será un Parlamento, y nosotros no seremos legisladores. De aquí resulta que mientras el Sr. Ministro de Marina siempre que ha hablado de este asunto nos ha dicho que se habían perjudicado los intereses del Estado, el Sr. Rivero Cidraque nos diga que ni en un céntimo se ha perjudicado al Estado. ¿Ni en un céntimo, señores? ¿Pues de qué manera se ha enterado el Sr. Ministro de Marina de este expediente, de que manera se entera S.S. de los asuntos que corresponden a su Ministerio? Si no se ha perjudicado al Estado ni en un céntimo, ¿a qué venir aquí a decirnos, con la importancia y la gravedad que tienen las palabras de un Ministro, que se han seguido grandes perjuicios al Estado? ¿Se puede hacer una oposición mayor al Sr. Ministro que la que le hace el Sr. Rivero Cidraque diciendo: no sabes lo que dices, no te has enterado del expediente, has levantado la opinión pública, y has echado un borrón sobre tus subordinados sin motivo alguno? En verdad, en verdad, que tenían razón los que decían que esta es una cuestión de familia. Algo más daño le puede hacer al Gobierno la oposición del Sr. Rivero y Cidraque que no la mía. S.S. decía también que era doloroso oír hablar aquí de ciertas cosas y manifestar ciertos cargos, porque esto hacía prejuzgar cuestiones que han de ventilarse después. Respecto de esto yo debo decir que aquí nadie ha querido prejuzgar nada; el único que ha querido prejuzgar las cuestiones es S.S., defendiendo a su cliente antes de que le llegue su turno, antes de que le llegue la oportunidad.

Y dejo ya al abogado Sr. Rivero Cidraque, para ocuparme de algo de lo que ha dicho el Sr. Calderón Collantes. He tenido mucho gusto en oír al Sr. Calderón Collantes hacer manifestaciones muy liberales respecto de la imprenta, y tenía que hacerme cargo de esto porque le he visto votar en otro sentido. Uno de los empeños más grandes que ha tenido S.S. ha sido el de separar del Gobierno que anunció la subasta de los carbones tanto al Sr. Presidente del Consejo de Ministros como a los demás señores Ministros. Para el Sr. Calderón Collantes aquel Gobierno quema, y es preciso separarse de él con horror, sin cardarse de que si no formó parte del mismo el Sr. Posada Herrera, estuvo muy cerca de él. (El Sr. Ministro de la Gobernación hace un signo negativo.) ¿No? Yo cría que S.S. formaba parte de aquel Ministerio; pero está visto que todo el mundo quiere echarle el muerto. Bueno es sin embargo que esto conste.

Voy antes de entrar en la cuestión a desembarazar el terreno anticipando las contestaciones que he de dar al señor Calderón Collantes respecto de la graciosidad de este Gobierno para con el Sr. Samá. El Sr. Presidente del Consejo de Ministros nos ponderó antes los grandes hechos del Sr. Samá, y el Sr. Calderón Collantes no contento con esto, dijo más; nos dijo que había formado batallones, que había formado regimientos y prestado grandes servicios para oponerse a la invasión de López en la isla de Cuba. Pues es muy extraño que el capitán general de La Habana no haya hecho mérito de esos servicios tan concretos, tan determinados y tan relevantes; y es muy singular que esto se dijera aquí, según me han referido, cuando estaba oyendo esas palabras el dueño de los buques costeros que fue a ofrecerlos al capitán general de la isla para que los ocupasen las tropas, y al cual no se le ha dado nada. Y este es un hecho verdadero que todo el mundo conoce, mientras que todos ignoran que el Sr. Samá formara un regimiento y que fuese voluntario. ¿Y por ser voluntario se hace Senador a nadie? Entonces a casi todos los españoles habría que hacer Senadores, porque casi todos ellos fueron voluntarios para oponerse a la invasión de la Francia.

Señores, acordarse del Sr. Samá por un servicio que había prestado hace diez años para premiarle, para premiar con una distinguida gracia un servicio que ya por lo visto se había premiado de otra manera, como ha dicho muy bien el Sr. Belda; premiar al Sr. Samá de quien se había dicho en un preámbulo que por servicios al Estado se le concedía la contrata. Y aquí puedo yo parodiar cierta expresión; si contratas, para qué premios; si premios, para qué contratas. La verdad es que el Sr. Samá ha sido premiado por todos los lados y de todas maneras. Se le han dado premios, grandes cruces, Senadurías y títulos de Castilla.

Pero prescindiendo ahora de esto, voy a entrar en otra serie de consideraciones que son un poco más graves. Por todo lo que se desprende de lo dicho, resulta que celebró una contrata forzando la ley un Gobierno que ya pasó la responsabilidad será de él; pero respecto del actual Gobierno, si hay responsabilidad para el Gobierno que promovió aquella subasta, ha incurrido también en responsabilidad por que aprobó una subasta que estaba hecha fuera de la ley, porque este Gobierno aprobó la subasta; y si el Gobierno primero tenia responsabilidad anunciando la subasta y llevándola a cabo fuera de la ley, el Gobierno segundo ha incurrido también en ella por no haber evitado o haber puesto coto a la inmoralidad de esta subasta.

Y este argumento que resulta contra el Gobierno no me le debe a mí; se lo debe al Sr. Calderón Collantes, únicamente al Sr. Calderón Collantes, porque tampoco lo había hecho el Sr. Belda; al Sr. Calderón Collantes única y absolutamente corresponde ese dardo que verá el Gobierno como se deshace de él, porque ha aprobado una subasta que se había hecho faltando a las leyes y a las condiciones vigentes.

Pero la subasta se aprobó y se concluyó, y la subasta habiendo concluido, continuó por espacio de dieciocho meses, o por doce, como quiera S. S., no hemos de reñir por eso. Serán doce, hasta que tuvo noticia el Sr. Ministro de Marina; pero desde que tuvo esta noticia hasta que la pudo comunicar al departamento, resultan los dieciocho meses o los veinte; pero no hemos de reñir por cuestión de números; a mí me es completamente igual; porque ni el más [3.066] ni el menos altera nunca la esencia de las cosas; sean ocho, sean doce o sean veinte, o sea el número que S. S. escoja; ya ve S. S. que soy muy generoso.

La subasta continúa por espacio de dieciocho meses; llegó a noticia del Sr. Ministro de Marina y puso remedio. Pero ¿cómo ha venido aquí esta cuestión? Fue anunciada por un Diputado de la oposición; vio el expediente y pidió al Sr. Ministro de Marina que se apresurara a traerle al Congreso. Y S.S., que decía que las oposiciones habían sacado aquí partido de esto; pero así S. S. como el Sr. Ministro se han olvidado de una cosa importantísima.

Llega aquí el expediente, y yo no tengo noticia de que ninguno de mis compañeros, y ninguno de mis adversarios políticos, aunque hacen con nosotros la oposición al Gobierno, vieran ese expediente. ¿Y sabe S. S. por qué? Porque las oposiciones vieron al Sr. Ministro de Marina tan decidido a castigar hasta con rigor el abuso que se hubiera podido cometer; las oposiciones confiaron tanto en la honradez proverbial del Sr. Ministro de Marina, que no tuvieron prisa a enterarse del expediente: lo dejaron a la rectitud del señor Ministro de Marina; que no porque sea adversario político nuestro, no le hemos de escatimar nada. El Sr. Ministro de Marina contestó de una manera tan enérgica, dio una seguridad tan grande, nos dijo que había tomado todas las medidas necesarias, de modo que las oposiciones no quisieron tomarse la molestia de verlo. ¿Ha sido esa la conducta que ha seguido la mayoría? ¿Han tenido esa confianza los individuos de esta mayoría, han tenido esta deferencia con el Gobierno? ¿Han sido tan leales, tan generosos como nosotros? Conteste el Sr. Calderón Collantes. ¿Qué han hecho esos individuos de la mayoría? Ir a estudiar ese expediente: creyeron por lo visto, valiéndome de una palabra célebre de otro expediente, creyeron por lo visto que palpitaba entre las manos; vinieron aquí presentando una proposición para que pasara a una comisión, y que ésta diera su dictamen.

Pues una de dos: o esos individuos de la mayoría habían estudiado y examinado el expediente, o no: si lo habían examinado y lo habían estudiado, y habían visto que había fundados motivos para que el Congreso se ocupara de él, ¿por qué se arrepintieron después? ¿Qué razón ha habido para volverse atrás, después de haber pedido que el expediente venga al Congreso? ¿Por qué dicen ahora que vuelva al Gobierno? Y si no lo habían examinado, si no lo habían estudiado, si lo hicieron sin conocimiento de causa, cometieron una deplorable ligereza; porque no es ni conveniente, ni político, excitar las pasiones y llamar sobre este asunto la atención pública de la manera que se ha llamado. Y esto es tanto más grave y tanto más deplorable, cuanto que entre los individuos que firmaron esa proposición se encuentran altos funcionarios públicos, se encuentra un general que sirve en el departamento del Ministerio de Marina, se encuentra el Sr. Pinzón. ¿Y cómo explica esto el Sr. Pinzón que debía conocer el expediente, y no sólo debía conocer el expediente, sino que, como inteligente en el ramo, debía tener noticias que no aparecen nunca en el expediente? ¿Dónde están esos señores, que no hablan, que no dicen la razón que han tenido para venir aquí para excitar las pasiones, y ahora que es llegado el caso se callan? Yo les provoco a que hablen, puesto que impunemente no se excitan las pasiones, puesto que impunemente no se hace creer al país que hay cosas graves en ese expediente, y que hay en él cosas que comprometen los intereses del país; y además de eso, hay de por medio la honra de muchos individuos dignísimos, que pueden ponerse en duda si esto no se aclara.

No es el expediente el que palpita; es la historia que ha habido en el Congreso y en los pasillos y en los corredores; esa historia es la que está palpitando, eso es lo que está fermentando dentro de la mayoría, y es preciso que salga a luz por honra de los mismos que la han provocado. ¿Qué se ha hecho de esos movimientos interiores de que se sentía animada la mayoría? ¿Qué se ha hecho de esas diferencias? ¿Qué de esas cuestiones? ¿Qué se ha hecho de aquello en que varios individuos creían ver una grave responsabilidad para el Sr. Ministro de Marina? ¿Cómo esos individuos han variado de opinión? Cuando vino el expediente decían que había grande responsabilidad para el Ministro de Marina, y después no hay ninguna, después todos dicen: pase el expediente al Ministro, como si nada hubiese, como si todo hubiese sido una broma. ¡No es mala broma la que el Gobierno y esa situación está dando al país!

Pero todavía es más grave todo esto, atendiendo a lo que ha pasado en la historia de este asunto. Vino como una bomba la proposición pidiendo que el expediente pasara a las secciones para nombramiento de comisión, y que diese sobre el dictamen. Se fue a nombrar la comisión. Todavía recuerdo lo que pasó en la sección a que yo pertenezco: presídiala el Sr. Ríos Rosas, y S.S., con una prudencia que le honra, dijo: señores, esta no es una cuestión política: en mi opinión, creo que está en el decoro del Gobierno y en el decoro del Congreso que la sección no se fije para nombrar individuo para esa comisión en sus opiniones políticas, sino en la aptitud de la persona que se vaya a nombrar para desempeñar su cometido.

Hizo con este motivo la lista de los individuos que pertenecían a la sección para ver quien sería más apto; había en la lista uno que había sido marino; lo propuso el Sr. Ríos Rosas; pero cuando creímos que todos íbamos a nombrar al que proponía el Sr. Ríos Rosas, dijo un Sr. Diputado: " yo no puedo elegirlo, traigo candidato determinado, aquí está la papeleta."

Señores, para una cuestión administrativa, para una cuestión de moralidad se iban a proponer candidatos ministeriales, como si en cuestiones de moralidad pudiera haber mayorías ni minorías.

¿Qué quiere decir esto? Pues esto quiere decir que el Gobierno tenía noticia de la proposición presentada; esto quiere decir que el Gobierno con sus amigos había fraguado la proposición: esto quiere decir, que el Gobierno había presentado sus candidatos para que dieran el dictamen que creyeran conveniente; esto quiere decir que el Gobierno, o los individuos de la comisión, procedieron de ligero, y después se han arrepentido (El Sr. Escario pide la palabra.) Debo advertir al Sr. Escario que ha pedido la palabra, que creo que S.S. no se ha arrepentido, de lo cual me alegro mucho. (El Sr. Goicorrotea, D. Román, pide la palabra.) Sé que el Sr. Escario no se ha arrepentido, porque S. S. no se arrepiente nunca, de lo cual me alegro, y por ello felicito a S. S. (El Sr. Hernández Pinzón: ¿Quién es aquí el arrepentido?) No sé quién lo sea; el que se haya arrepentido lo sabrá. (El Sr. Hernández Pinzón: Yo no me he arrepentido.)

Yo he dicho, y esto es claro y evidente, que varios señores Diputados presentaron la proposición para que se nombrase una comisión que examinara el asunto y presentara su dictamen al Congreso: pues una de dos: o esos Diputados no habían visto el expediente, y no sabían lo que contenía y alarmaban al país, o sabían lo que contenía para proponer al Congreso que nombrara una comisión que examinara el expediente, y se han arrepentido después.

Yo me alegraré que S. SS. me lo expliquen categóricamente por consideración, más que a S. SS. y a la comisión, para mayor claridad del asunto y por consideración al país.

Pero prescindiendo de esto, sobre lo cual no insisto más [3.067] ahora, voy al hecho. He oído decir aquí con asombro que se habían lastimado los intereses públicos, que había graves perjuicios para los intereses del Estado; pero que no se sabía a quién exigir la responsabilidad, que todos eran inocentes, y lo oí con asombro, y esto me hizo pedir la palabra, porque no comprendo esto en un país medianamente organizado.

Aquí no se sabe sobre quién pesa la responsabilidad. La responsabilidad moral sobre todos los que han intervenido en el asunto desde el Ministro abajo, pero para ante las Cortes el Ministro solo.

¿Qué ha ocurrido aquí Sres. Diputados, que por espacio de doce meses (El Sr. Calderón Collantes: Son veinte meses), bien, acorto la fecha; que por espacio de doce meses se ha estado faltando a las disposiciones vigentes, a lo que estaba prevenido en toda clase de contrataciones de la administración con gran perjuicio de los intereses del país?

Esto es verdad, y no ha podido desconocerse por nadie absolutamente. ¿Quién es el responsable de que por espacio de tantos meses se haya estado perjudicando a los intereses públicos en tan grande cantidad y en escala tan grande? No puede ser otro para las Cortes más que el Gobierno; ¿por qué el Sr. Ministro desde que entró en el Ministerio no se enteró de todos los servicios pendientes, sobre todo de aquellos más notables y que más podían comprometer, no sólo su reputación como Ministro, sino hasta su honra como particular? Era obligación suya, desde el momento que entró en el Ministerio, enterarse del expediente, y mucho más cuando se trataba de un expediente que traía, como suele decirse, cola, y que había dado que hablar mucho desde que se hizo el contrato.

Pero aparte de esto, ¿qué direcciones hay en ese Ministerio? ¿Qué dirección es esa a que corresponde el ramo de ese asunto, que no advirtió al Sr. Ministro de que había una contrata de condiciones tan onerosas para el Estado, y que estaba para concluir? ¿Para qué son entonces los directores? Los directores son para enterar a los Ministros de los asuntos de su dirección; y si no les enteran, ¿para qué sirven?

Responsabilidad también para el director, pero con este director nosotros nada tenemos que ver; nosotros con quien nos entendemos es con el Sr. Ministro de Marina; esto no quiere decir que el Sr. Ministro no exija la responsabilidad a quien no le ha enterado a S.S.; en esto nada tenemos nosotros que ver. Además el Sr. Ministro debía saber por el comandante general del apostadero de la Habana lo que había, ya que el director no lo hubiese manifestado pero el hecho es que el director y el Ministro debían saber por fuerza los negocios de la dirección, y esto es tan claro y tan evidente, que de no admitirse, no habría mérito nunca para exigir la responsabilidad a ningún Ministro. Con decir éste: el director o el jefe de ese ramo no me ha dado parte, se habría eximido de la responsabilidad. Y cuenta, señores, que al decir que estos funcionarios han incurrido en responsabilidad, no me mezclo en su honra particular, que no puedo lastimar de ninguna manera. Yo no conozco a ninguno de esos funcionarios, ni al director de ese departamento, y menos al comandante general de la Habana, cuyo nombre sólo conozco por lo que ha figurado como marino.

Yo no puedo creer, yo no creo nunca que los hombres puedan prescindir de su honradez y menos de su reputación, mientras no tenga pruebas que me convenzan de que han cometido esa falta. Aquí se ha hablado mucho de la honradez del Sr. Ministro de Marina: yo no la pongo en duda; pero sí diré que no basta que los funcionarios públicos sean honrados. Es una cualidad indispensable la honradez para todo cargo público: ¿pero es sola? ¿Es única? ¿Basta esa cualidad? ¿No se necesitan otra porción de cualidades? Yo conozco a muchos hombres honrados, muy honrados y no solo no les encomendaría la administración del Estado, pero ni siquiera la de mi casa, que es muy sencilla y vale poco. Por consiguiente, aquí hay dos responsabilidades graves; la una la puede exigir el Congreso al Gobierno, al Ministro de Marina, sin reparar en que el Ministro sea honrado, porque el Sr. Ministro puede ser muy bueno, puede estar y está animado de la mejor buena fe; pero no basta esto, no basta que se le diga al país: se te ha defraudado en 10 o 12 millones; pero ten en cuenta que el Ministro de Marina es muy honrado; ten en cuenta que es muy honrado el comandante del apostadero de La Habana; que todos son muy honrados; eso no se puede decir al país. Son muy honrados en efectos, yo no lo dudo, yo lo declaro aquí muy alto respecto del Ministro de Marina a quien conozco, y también muy alto respecto de los dos dignísimos funcionarios a quienes antes me he referido; pero esto no obsta para que se exija la responsabilidad al Ministro de Marina y altos funcionarios. No, señores, para eximirse de la responsabilidad no le basta a un funcionario decir: " no he tenido noticia de ese hecho." Si no ha tenido noticia, no debe ser funcionario.

Señores, es necesario tener en cuenta el precedente que vais a establecer con una declaración de esta clase; no olvidéis que no solo se exige responsabilidad a los Ministros y a los Gobiernos por el mero hecho, no quisiera pronunciar la palabra, porque ciertas palabras no se deben pronunciar en este sitio, por el mero hecho de robar. ¿De qué manera se puede descubrir un robo a un Ministerio o a un Ministro tratándose de contratas? Pues que, ¿han de constar en el expediente los recibos y los documentos que lo acredites? No hay más medio que éste, hacer contratas privilegiadas para ciertas personas, poner condiciones que favorezcan a ésta y no a otras, formuladas de manera que se excluya de concurrir a la subasta a determinadas personas. Luego viene el reconocimiento de la persona, la gratificación y demás cosas que forman lo que se llama cohecho, todo esto, señores, no aparece nunca en el expediente. Pues que, ¿creéis que esto es insignificante? Si lo creéis, abrís la puerta para que roben lo que quieran robar todos los funcionarios públicos. Esta es la única manera de robar. (El Sr. Presidente del consejo de Ministros pidió la palabra) He hecho todas las salvedades necesarias, Sr. Presidente del Consejo, pero por más que se afane, S.S., verá como no hay otro medio de robar, es decir, que este es un medio por el cual se puede robar. Creo que no se ha robado en este caso, si lo creyera, sabe S.S. que soy bastante franco para decirlo; pero repito que ese es el único medio que hay para robar; porque un Ministro y un director, por ineptos que sean, no han de hacer constar en un expediente los medios fehacientes que revelen el robo. Y, señores, si el Congreso ve esto con indiferencia, yo lo declaro, ve con indiferencia el medio con que se pueden cubrir todas las infracciones, todos los robos. Por esos es necesario que esto quede bien claro. El señor Ministro de Marina podrá hacer todas las declaraciones que quiera, será muy honrado, muy digno, muy leal; pero se ha conducido mal en este negocio; no ha cumplido con su deber.

Y ahora voy a hacer otra declaración, y es, que el señor Ministro de Marina actual es la persona que menos responsabilidad puede tener en este expediente. Creo que cuando S.S. entró en el Ministerio, había terminado ya el tiempo de la contrato, y continuaba este servicio; de manera, [3.068] que en realidad S.S. es tal vez el que menos responsabilidad tiene en ese expediente. Pero aún así yo no lo eximo de responsabilidad, y ahora voy a citar otro ejemplo de que la tiene y que al mimo lo es de buena fe. La prueba de la buena fe del Sr. Ministro de Marina, es como contestó al Sr. Salazar y Mazarredo el día de la interpelación. Escritas están sus graves palabras. S.S. declaró que en el asunto en cuestión habían sufrido grave perjuicio los intereses del Estado, que con mano dura y enérgica harían pagar el daño a los culpables y averiguarían quienes eran. S.S. fijo esto, que repito, prueba su buena fe, la inocencia, la honradez, para ser buen Ministro; es menester que un Ministro se entere de todo, que lo sepa todo; es menester que vea el hueco que hay en un expediente. S.S. tuvo la desgracia de no encontrar ese hueco, y esta es una desgracia que se paga como todas las desgracias. En mi opinión puesto lo que procedía era, visto que hay responsabilidad para el Gobierno, exigírsela; que el expediente paso adonde debe pasar para averiguar los motivos que han producido ese desfalco, y averiguado, castigar a los culpables.

Eso es lo que procede, y de no hacerlo así, el congreso no cumple con su deber y sienta un precedente que puede ser funesto para el porvenir.

El Sr. SAGASTA: Todo ese castillo que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha formado con contradicciones supuestas en mí, lo ha venido a destruir con sus últimas palabras. Habremos podido errar, nos ha dicho, pero faltar a nuestros deberes, pero faltar a nuestra honradez, nunca. Pues ahí tiene S.S. la separación misma que yo he hecho y en que S.S. cree ver una contradicción, entre el Gobierno que yerra, y a quien se exige por esto la responsabilidad a pesar de que sus individuos, como particulares, puedan ser muy honrados. Se dice que exijamos la responsabilidad nosotros: y ¿cómo se ha de exigir si no lo propone la mayoría? Nosotros hubiéramos sido desatendidos, y nuestras reclamaciones hubieran sido ahogadas; pero la verdad es, que en este asunto se ha errado hasta el punto de causar grandes perjuicios al Estado.

Pues ¿de qué se trata? Precisamente del error y de los perjuicios que se hayan causado. Y que se ha errado, y que ha habido perjuicios para el Estado, no lo he dicho yo, sino el Sr. Ministro de Marina, que puede repetirlo si gusta. Que el Ministerio se compone de hombres honrados. Enhorabuena; pero esto no basta; un Gobierno que perjudica los intereses del Estado, cualesquiera que sean las causas de ello, es responsable ante el Congreso. Los Gobiernos pueden y deben ser responsables ante las Cortes, aunque no falten a la honradez, porque no basta ser honrados para manejar los negocios públicos. Precisamente he hecho distinción entre las dotes del hombre particular y las que necesita el hombre público; y lo que ha dicho S. S. me prueba que S. S. confunde las cualidades que necesita un hombre para ser honrado, y las que necesita para ocupar dignamente ese puesto. ¡Desgraciado el Ministro a quien se exigiese la responsabilidad en un Parlamento! ¿Dejaría por eso de ser honrado? Podía serlo, pro podía haber sido también un mal Ministro.

Dice el Sr. Presidente del Consejo de Ministros que yo he incurrido en otra contradicción, porque según S.S., la oposición no ha querido ni aun ver el expediente, y luego viene a exigir nada menos que la responsabilidad al Gobierno, según ese mismo expediente. La oposición fue excesivamente generosa: no sabía lo que había en el expediente; se fió en lo que dijo el Sr. Ministro de Marina; sabía además que no estaba concluido, y se había dicho que vendría luego a las Cortes. Esto ha hecho la minoría; pero ¿y la mayoría? La mayoría ha faltado ha su deber con una ligereza incalificable, y ha faltado con conocimiento del Gobierno. Aquí ha venido el expediente sin concluir, se ha nombrado una comisión para que se entere de él, se ha dado cuenta de su dictamen, y desde el momento en que se trata de un asunto en que el Gobierno ha faltado, los Diputados pueden exigir la responsabilidad por haber sido [3.069] perjudicados los intereses de la nación, no por falta de honradez, sino por torpeza.

No tengo más que decir: esas contradicciones no existen en mi discurso: la diferencia de apreciaciones resulta de una doctrina que está admitida en todas partes, y si S.S. lo desconoce, tanto peor para él.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Duque de Tetuán): Vamos adelantando algo, Sres. Diputados: ya habéis oído que el Sr. Sagasta nos ha dicho que por generosidad no ha querido exigirnos la responsabilidad. Generosidad mal tenida: si S. SS. tienen confianza en que es caso de responsabilidad, no pueden tener generosidad, porque esta no cabe cuando se trata de intereses del Estado. Yo no se la agradezco ni mis compañeros tampoco; de modo que S.S. no podía contar con el agradecimiento de los Ministros.

La verdad es que S.S., por más que quiera dar vueltas a lo que ha dicho con ese talento que le distingue, ha incurrido en una porción de contradicciones. El expediente estaba sobre la mesa: el Ministro de Marina habló después de haber venido el expediente, y S. SS. no han querido examinarle y averiguar si había o no responsabilidad. ¿Y por qué? Porque, como nos ha dicho, tenía confianza en la rectitud, en la honradez y en el celo del Sr. Ministro de Marina, y creía que sabría poner a salvo los intereses del Estado. Por más que S. S. dé vueltas a lo que ha dicho, mañana cuando vea su discurso el Sr. Sagasta, y cuando lo le la nación, convendrán todos en que ha habido una contradicción manifiesta entre el principio y el fin del discurso. Lo que hay es, que S. S. empezó diciendo una cosa y luego se fue enardeciendo, según tiene de costumbre, y acabó diciendo lo contrario.

Por lo demás, nosotros no nos agraviamos por esto: aquí estamos siempre para responder de nuestros actos: no hacemos más que cumplir un deber, pero estamos dispuestos a cumplirle ahora y siempre, y la prueba de ello es que si para tratar de este asunto hubiera sido necesario tener las Cortes abiertas seis meses más, no hubiéramos aconsejado a S. M. que usara de su prerrogativa suspendiendo o terminando esta legislatura.

El Sr. SAGASTA: Yo no he tenido ninguna generosidad con el Gobierno: no puede, por tanto, importarme nada que no me lo agradezca. Yo dije que la oposición había tenido generosidad, porque no estando el expediente concluido queríamos esperar a que lo estuviese; sin embargo, habiendo oído cosas de las cuales resultaba responsabilidad, era nuestro deber hablar; por lo demás, yo habré incurrido en muchas contradicciones; será un tejido de disparates todo lo que he dicho; pero si ha habido una subasta ilegal, ¿por qué se aprobó? Si durante algunos meses se han estado defraudando los intereses públicos, ¿cómo es que el Ministro no ha sabido nada de eso? ¿Cómo es que no lo ha sabido el director ni nadie? ¿Quién ha de pagar estos perjuicios sino el Gobierno que no ha sabido evitarlos?

El Sr. SAGASTA: Supongo que los arrepentidos no se habrán vuelto a arrepentir, porque esto sería una serie de arrepentimientos de que no hay ejemplo.

No he negado al Sr. Ministro de Marina, ni el talento, ni ninguna de las cualidades que se exigen para ser Ministro, ni mucho menos la honradez, ya lo sabe S.S. y excuso dar más explicaciones sobre este punto. He llevado mi concesión al extremo de decir que para desempeño de ciertos cargos se necesitaba suerte, y que S.S. no la había tenido al no ver en su Ministerio un expediente grave por espacio de doce meses.; no me he metido a examinar ninguna de las cualidades de S.S., absolutamente para nada; pero la ligereza, la torpeza en un punto dado, el error, la [3.071] desgracia, puede tenerla un hombre de muchísimo talento, como ha dicho el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y excuso repetirlo.

Dice S.S. que yo había indicado que debía exigirse la responsabilidad a S.S. y a todos sus subalternos. No dije eso, y por haber explicado la diferencia entre el Ministro que abusa y el que por desgracia suya ha consentido, ha tolerado, ha pasado desapercibido un servicio perjudicial para el Estado. Decía yo: cualquiera que sea la causa, debe exigirse la responsabilidad, y los tribunales dirán dónde esta. Y en esto encontraba contradicción el Sr. Presidente del Consejo de Ministros. Yo decía: un empleado puede ser muy celoso, pero tiene la desgracia de no llevar a cabo un servicio de la manera que le estaba encomendado; pues a pesar de ser muy celoso y muy honrado, le debe exigir la responsabilidad el Ministro, así como al Ministro se la deben exigir las Cortes.

Por lo demás, yo no sé lo que hubiera hecho en el Ministerio de la Marina; no sé si me hubiera enterado en un momento de los expedientes; no hubiera hecho tanto como su señoría, pero me parece que no hubiera estado doce meses sin haberme enterado de un expediente que traía vicios en su origen. S.S. ha estado todo ese tiempo sin enterarse, y ha sido una verdadera desgracia para S.S.; créame.



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